viernes, 22 de abril de 2016

Puesto ya el pie en el estribo

"Yo, que siempre trabajo y me desvelo 
Por parecer que tengo de poeta
La gracia que no quiso darme el cielo


Con las ansias de la muerte,
Gran señor ésta te escribo.
Puesto ya el pie en el estribo,

Ayer me dieron la extremaunción, y hov escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies de vuesa excelencia: que podría ser fuese tanto el contento de ver a vuesa excelencia bueno de España, que me volviese a dar la vida. Pero si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos, y, por los menos, sepa vuesa excelencia este mi deseo, y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle, que quiso pasar aún más allá de la muerte mostrando su intención, con todo esto, como en profecía, mi alegro de la llegada de vuesa excelencia, regocíjame de verle señalar con el dedo, y realegrarme de que salieron verdaderas mis esperanzas, dilatadas en la fama de las bondades de vuesa excelencia. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos de las Semanas del Jardín y del famoso Bernardo, si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sana ventura, sino milagro, mi diese el cielo vida, las verá, y con ellas fin de la Galatea, de quien se está aficionando vuesa excelencia; y con estas obras, continuando mi deseo, guarde Dios a vuesa excelencia como puede.
De Madrid, a diez y nueve de abril de mil seiscientos dieciséis años."




Así se apaga la voz de Miguel de Cervantes en la última carta a su protector y mecenas el conde de Lemos en la calle del León, se cree que a la altura del número 8; o tal vez del 20, y dejándonos definitivamente un 22 de abril de 1616 (que no un 23).


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